Kayak en las Lagunas de Ruidera, gravedad cero en las aguas más cristalinas de Castilla La Mancha.
Algo que he tomado por costumbre tras el parón que ha supuesto la Pandemia es salir. Escapadas cortas y demasiado espaciadas en el tiempo, mi economía no me permite más, pero exprimidas al máximo, vividas con todo lo bueno y lo malo que supone viajar sola. Y sobre todo, llenas de mucha Naturaleza, es como una necesidad necesaria para volver con las pilas cargadas.
Mi forma de actuar es casi un ritual. Reviso las cuentas y en el momento en que se enciende el piloto verde del superávit, respiro y dejo que mi intuición me guíe. Vivo en un país maravilloso y aún me quedan muchos lugares por descubrir, así que mi instinto tiene mucha libertad para elegir destino dentro de la península ibérica.
Esta vez se ha fijado en una tierra tan grande como desconocida, Castilla La Mancha, una región que he atravesado en algún que otro viaje por lo bien ubicada que está, pero en la que nunca había reparado. ¿Qué hay ahí que merezca la pena ver? me pregunto.
Y como todo el trabajo no va a ser de la intuición, enciendo el ordenador y consulto a San Google. Dejarse guiar por las reseñas que dejan las personas es una práctica que a mí me funciona cuando me asaltan las dudas. Leo y navego por la red un rato, pero ya lo tengo claro.
Uno de los lugares que llama mi atención son las Lagunas de Ruidera. ¿Naturaleza y agua en mitad de Castilla La Mancha? Suena bien y más aún si tengo en cuenta que la imagen que guardo en mi mente de esta comunidad son grandísimas extensiones de terreno con alguna que otra encina olvidada en mitad del árido paisaje.
Cual intrépida Dulcinea acompañada por su fiel escudera «Chiqui» que así se llama mi perrita, me pongo en marcha. Llego a última hora del día, pero con un poco de suerte, aún consigo ver si realmente hay tanta agua como muestran las fotografías del Internete.
Y así es, yo no sé de dónde han sacado tanta agua. Enfilo una especie de carreterín asfaltado y en cada curva que dejo atrás aparece más agua, completamente quieta porque ni una pizca de brisa corre. Es espectáculo es brutal… «eso más que una laguna parece un espejo», me digo para mis adentros. Cada pedacito de monte de este Parque Natural parece mirarse en el agua.
De repente veo un cartel que me anuncia un cambio de provincia, ya estoy en Albacete. Lo más curioso es que el carreterín sigue siendo el mismo, con las mismas dimensiones. Pero ha pasado de ser de doble sentido a un solo carril central por el que circulo flanqueada a ambos lados por dos carriles habilitados para el paso de bicicletas y peatones.
Supongo que ahora hay que compartir el espacio con más gente, «si viene un coche de frente a ver cómo hacemos para respetar la señalización» y mientras pienso en este detalle, aparece ante mí más agua y una pareja que tranquilamente disfruta de un paseo en kayak. Yo quiero!!! gritan a la vez todas mis neuronas. Y tú, Chiqui, también vas a querer, ¿a que sí?

Tengo por norma que cada vez que llego a un lugar nuevo busco hacer una visita guiada para entender el sitio que visito. Y por lo poco que he visto hasta ahora, las Lagunas de Ruidera bien merecen que esta noche cene un bocata y destine parte de mi presupuesto a realizar una ruta interpretada por un@ guía local que responda a la indiscriminada batería de preguntas que vienen a mi cabeza.
¿Cuántas lagunas hay? ¿Dónde empiezan las Lagunas de Ruidera? ¿Cómo se llenan? ¿Cuántos kilómetros tienen? ¿Qué animales viven aquí? ¿Y plantas? ¿Por qué cada Laguna se llama de una manera? Y mientras mi cabecita se llena de preguntas, mi estómago pide que le hinque el diente al bocata.
Decido dar un pequeño paseo con Chiqui antes de ir a dormir. Apenas hay luz, pero tampoco nos vamos a alejar mucho. Ni falta que hace, porque otro espectáculo se despliega ante mis ojos en el instante en que decido levantar la vista al cielo nocturno.
«Yo nunca he visto tanta Estrella junta» pienso mientras trato de encajar mi mandíbula. Me faltan palabras para describir lo que he sentido porque no tengo muy claro si yo me acerco a ellas o ellas se acercan a mí. Lo que sí tengo claro es que me he sentido parte del Universo, tal cual.
Contacto con Eva y el Edén, me ha parecido un nombre singular. Nada más conocerles me percato de que son tan singulares como el nombre de su empresa. Y qué manera de ponerme las pilas en este entorno natural, hasta Chiqui parece entender cómo funciona este ecosistema tan peculiar.
Y queremos más. La siguiente parada va a ser subirnos a un kayak, este agua tan cristalina está pidiendo a gritos que exploremos las Lagunas de Ruidera desde otra perspectiva completamente diferente.

Nos dirigimos a la Laguna San Pedro. Ahora sí sé el por qué se llama así. Y todas envalentonadas nos dirigimos al punto de embarque, tal cual, para que no se note mucho que es la primera vez que nos montamos en un kayak.
Las aguas del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera son muy tranquilas y en ausencia de viento, fácilmente navegables. Hoy todo está super tranquilo, así que aventuramos que va a ser una ruta en kayak de las que quedan grabadas en la memoria por los siglos de los siglos.
Completamente equipada para la ocasión, toca saber cómo se maneja esta cosa larga llamada pala. Punto importante, a pesar de que vamos a compartir embarcación con otra chica que también viaja sola, como nosotras. Unas nociones tan importantes como sencillas me preparan para la aventura, porque Chiqui sólo va disfrutar del paseo, eso sí sujeta al kayak para evitar que quiera darse un chapuzón.
Y listas!!! Que nos ayuden a embarcar es un puntazo, porque empezamos a notar que cambiamos de medio en el que movernos. La primera en la frente. Mi pala y la de mi compañera se lían al primer intento de palear. Nos miramos, respiramos e interiorizamos la fuerza necesaria para que la coordinación sea nuestra religión durante toda la ruta en kayak.
Ni tan mal… vamos derechitas a una especie de gruta que se abre en la barrera tobácea que separa la Laguna San Pedro de la Laguna Tinaja. «No cabemos» oigo decir a mi compañera y Chiqui que baja la cabeza. Por suerte, las indicaciones de nuestro guía hacen que vuelva la confianza. Listas para vivir la experiencia.
En la salida de la cueva algo ha cambiado. El agua se ha vuelto escandalósamente cristalina. Las tres quedamos embobadas contemplando un espectáculo que difícilmente puede captar la cámara de un móvil, así que decido disfrutar antes que inmortalizar el momento.
Sabia decisión, porque la luz de las Lagunas de Ruidera cambia del día a la tarde de una forma impresionante. Las aguas que esta mañana parecían azul turquesa ahora son de un tono muy más verdoso. Y contemplar cómo inciden los rayos del Sol en esta aguas tan cristalinas es una experiencia que debe saborearse a fuego lento.

Notar cómo nos deslizamos suavemente mientras contemplamos los fondos de la Laguna Tinaja hace que nuestra mente quede en blanco. No pensar en los movimientos que haces al palear es algo mágico. Porque la coordinación es tal que la tranquilidad es la sensación que te invade. La expresión de nuestra cara lo dice todo, hasta Chiqui está como en una nube.
Pero hay más. El paso de la Laguna Tinaja a la Laguna San Pedro es un auténtico festival para los sentidos. La suave corriente te arrastra a través de una grieta natural. Gravedad cero al pasar escoltada por unas paredes verticales que se mezclan con las nubes del atardecer. Luz, sonido, olores… tumbar el cuerpo en el kayak y sumergir la mano en el agua, ¿se puede pedir más?
Sí. Aparecer de nuevo en la grandiosidad de la Laguna San Pedro. Digo bien que es una sensación «grande» porque sales de un canal de poco más de un metro a una extensión de agua inmensa. Tus sentidos se abren a la par que incorporas tu cuerpo para volver a palear.
Es una sensación difícil de describir, porque has perdido por el trayecto toda la adrenalina que suponía subir por primera vez en un kayak y has ganado una seguridad que no cabe en la embarcación. A Chiqui no le he preguntado, pero mi compañera de ruta tiene la misma expresión en la cara que adivino yo en la mía.
Recorremos el tramo que queda hasta llegar al lugar de inicio con una coordinación inusual para ser la primera vez que ambas nos montamos en un kayak. El silencio reina en el grupo, es como si nuestras mentes se hubiesen detenido y sólo la intuición guiase cada movimiento que, ahora sí, es completamente rítmico.
Como si de una danza ensayada durante horas, nuestras palas van al compás de cada latido de nuestro corazón. En silencio, con una tranquilidad repleta de satisfacción, alegría más bien diría yo. Y una sensación de bienestar me inunda; objetivo conseguido y experiencia vivida.
Uso la palabra «experiencia» porque lo que comenzó como una actividad se ha llenado de un no sé qué que me da la sensación, me va a acompañar por mucho tiempo. Nos deslizamos sin esfuerzo y hasta me atrevería a decir que a una velocidad para nada de «principiantas»
La luz que nos envuelve ha cambiado a una tonalidad mucho más rojiza. El agua parece de un color más verdoso. Una pareja de ánade real nos viene a visitar, como si el miedo a las personas, que es lo que deben tener, hubiese desaparecido.
Desembarco, aplausos, risas y una cervecita con mi nueva amiga, compañera de travesía en kayak por un lugar muy especial. Me llevo mucho de las Lagunas de Ruidera y ya en casa, repaso mentalmente todo lo que he aprendido de este fantástico lugar sin apenas darme cuenta, entre paseos terrestres y náuticos.
Es bien cierto que hay dos maneras de conservar un entorno natural. A golpe de prohibición y multas o a través de una cosa que se llama «educación ambiental» que bien transmitida llega a lo más profundo de tu convicción por preservar la Naturaleza que te rodea.
Sólo apunto una fecha que ha quedado grabadita en mi mente, 1979. Este año se declaran Parque Natural a las Lagunas de Ruidera y empiezan su camino hacia una mayor conservación de este maravilloso enclave natural. El relato que nos ha contado nuestro guía cobra mayor sentido una vez revives la experiencia.
Atrás quedan años en los que el desarrollo de un turismo excesivamente estacional y alocado sientan las bases para que este Parque Natural fuese concebido más como un parque acuático donde todo valía que como un entorno natural de un valor incalculable. Porque si algo sienta bien a nuestra mente y a nuestro cuerpo es estar en contacto directo con la Naturaleza.
1979. El Parque Nacional de los Lagos de Plitvice, en Croacia son declarados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Mismo año, diferente protección y dos formas distintas de conservar dos complejos lagunares únicos en Europa. Tomo nota, tal vez nuestro próximo destino sea Croacia.
¿Te vienes a conocer las Lagunas de Ruidera?
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