Eva y el Edén
Rutas Lagunas de Ruidera, la Laguna Blanca.

Autor:
Eva y el Edén
Fecha:
15/04/2023
Es uno de los lugares más solitarios del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Es como si la Laguna Blanca estuviese reservada sólo para aquell@s que saben buscarla y disfrutarla. En días soleados, el azul del cielo se refleja en sus aguas y aumenta el contraste de colores con la vegetación que rodea a la laguna.

Rutas Lagunas de Ruidera, una forma de entrar en contacto con la Naturaleza de Castilla La Mancha.

Rutas Lagunas de Ruidera son la mejor opción para aparcar nuestro estrés diario y darnos un buen baño de bosque en uno de los lugares más espectaculares de Castilla La Mancha. Siempre que aparece la palabra «ruta» relacionamos su significado con largos recorridos y solemos pensar que no están hechas ni para nosotr@s ni para la gente que nos acompaña, amig@s y familia incluida.

En la diferencia está la clave. Una ruta de senderismo es pura actividad deportiva, distancias largas a las que sumar cierto grado de dificultad, a gusto del consumidor. Pero una ruta de senderismo interpretado es otra cosa porque reducimos kilómetros y sumamos conocimiento.

En el senderismo interpretativo, la figura del Guía que nos acompaña cobra especial relevancia. Porque diseña la ruta en función de la experiencia que quiera hacernos sentir. En una ruta por la Laguna Blanca nos cuenta cómo y dónde nacen las Lagunas de Ruidera, por ejemplo. Nos describe por qué a este paraje se le conoce como «el pequeño caribe»

Nos conduce a través de un sabinar tan primitivo como mágico, hace que nos fijemos en los detalles que suelen pasarnos desapercibidos, con la clara intención de darnos las claves para que el espacio que caminamos resulte tan especial como enriquecedor. Y ¿podemos sumar un poco de diversión? Podemos.

rutas lagunas de ruidera
Rutas Lagunas de Ruidera.

La Naturaleza tiene la capacidad de maravillarnos a poco que tomemos consciencia de lo espectacular que resulta parar y simplemente observar. Lo más curioso del caso es que nosotr@s, como raza humana que somos, formamos parte de ese maravilloso espectáculo que se despliega ante nuestros sentidos. Como decimos en Eva y el Edén, cada segundo vivido en cualquier entorno natural vale por dos.

El Parque Natural de las Lagunas de Ruidera es un claro ejemplo de ello. Situado en los términos municipales de Ossa de Montiel (provincia de Albacete) y de Villahermosa, Ruidera, Alhambra y Argamasilla de Alba (provincia de Ciudad Real) posee una extensión de 3.772 hectáreas de puro espectáculo en plena Castilla La Mancha.

La principal singularidad de este entorno natural radica en la existencia de un conjunto formado por 15 lagunas de diferentes dimensiones y profundidades, separadas entre sí por una serie de barreras y terrazas tobáceas que constituyen la mejor campaña de publicidad que se les puede hacer; aguas cristalinas y cascadas espectaculares.

Las Lagunas de Ruidera están dispuestas a lo largo del valle que acoge el nacimiento del río Alto Guadiana y representan uno de los escasos ejemplos de sistemas fluvio-lacustres vinculados a la precipitación de carbonatos cálcicos. Este parque natural es uno de los espacios más espectacular y único no sólo de Castilla La Mancha, sino también de todo el territorio peninsular y europeo, junto con los Lagos de Plitvice, en Croacia.

La primera de las Lagunas de Ruidera, turísticamente hablando, es la Laguna Blanca. Se accede a ella bien realizando una ruta de senderismo desde la Laguna Conceja o en coche, en el kilómetro 15 de la carretera que va desde Villahermosa a la Ossa de Montiel o viceversa.

La belleza de la Laguna Blanca es un auténtico escándalo, pero lo más relevante de este entorno natural es que responde a la pregunta del millón, ¿dónde nacen las Lagunas de Ruidera? Por encima de la Laguna Blanca se encuentran dos acumulaciones naturales de agua más, la Laguna Navalcaballo y la Laguna Escudero. Todo un festival de manantiales naturales que dan origen al nacimiento del Alto Guadiana, un río que nace en diversos lugares y que aparece y desaparece de una forma muy caprichosa.

Mapa de las Lagunas de Ruidera.

1.- ¿Dónde nacen las Lagunas de Ruidera?

Hemos hablado de dos lagunas ubicadas antes de la Laguna Blanca. Vamos a sumar dos arroyos y entramos de lleno en la curiosa forma en que nace el río Alto Guadiana y sus hermosas Lagunas de Ruidera. De la pequeña Laguna conocida como Navalcaballo, sale el Arroyo de la Nava que, tras un recorrido de poco más de 2 kilómetros, desemboca en otra diminuta laguna llamada Escudero.

En años donde la lluvia es generosa, en la Laguna Escudero se forma el Arroyo de las Caleruelas que, este sí, vierte sus aguas en la Laguna Blanca. Toda esta zona es un lugar donde el agua aparece y desaparece como por arte de magia. El mismo encanto que envuelve a la Laguna Blanca, que también recibe las aguas del Manantial de los Zampullones, considerado por los lugareños como el nacimiento del río Alto Guadiana, y que fluye hasta la Laguna Blanca tras conectar con el río Pinilla.

Manantial de los Zampullones en las Lagunas de Ruidera.

El río Guadiana se desborda formando las Lagunas de Ruidera. Es el más peculiar de los grandes ríos de nuestro país porque nace en una meseta, lejos de los principales sistemas montañosos de la península ibérica. Y más peculiar aún porque es un río que se esconde, que desaparece y luego vuelve a aparecer en los términos municipales de Villarrubia de los Ojos y Daimiel como los «Ojos del Guadiana»

Hasta aquí una primera versión del nacimiento del Guadiana que se remonta a la tradición metafórica castellana iniciada por Plinio el Viejo en el siglo I de nuestra era y que luego recoge el universal Cervantes.

Estudios recientes muestran la existencia de dos Guadianas diferentes y no de un único río con un tramo subterráneo entre las aguas de las Lagunas de Ruidera y los Ojos del Guadiana. Por una parte, el Alto Guadiana, que vierte sus aguas en el río Záncara, que a su vez desemboca en el río Cigüela para acabar siendo afluente del propiamente dicho río Guadiana, el verdadero en cuanto a apelativo, el que nace en los Ojos del Guadiana y desemboca en el Océano Atlántico.

Nacimiento del río Alto Guadiana y río Guadiana.

2.- El pequeño caribe que esconde la Laguna Blanca.

Casi 800 metros de longitud y unos 350 metros de anchura son testimonio de las diminutas dimensiones de la Laguna Blanca. Unimos la poca profundidad de sus cristalinas aguas azul turquesa y la blanca arena que tapiza su fondo carente de vegetación y ya tenemos nuestro pequeño caribe manchego.

Es uno de los lugares más solitarios del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Es como si la Laguna Blanca estuviese reservada sólo para aquell@s que saben buscarla y disfrutarla. En días soleados, el azul del cielo se refleja en sus aguas y aumenta el contraste de colores con la vegetación que rodea a la laguna.

Sentarse en sus pequeñas dunas de intenso color blanco es sumergirse en un mar de sensaciones. Detener el tiempo y simplemente observar las pequeñas ondulaciones que en el agua dibuja el viento que casi siempre suele soplar es una delicia. Esta brisa es la que también deleita nuestros oídos al agitar las ramas de encinas y sabinas, pero sobre todo, de carrizos y juncos.

La misma vegetación hidrófila que esconde los sonidos de las numerosas aves acuáticas que buscan intimidad para sus cosas y que también oculta a animales tan espectaculares como las juguetonas nutrias. Desde el cielo las rapaces avistan a sus presas, pero cuando sus estómagos están llenos, sobrevuelan la Laguna Blanca y parecen disfrutar del festival de pequeños alevines que la claridad del agua deja ver.

Laguna Blanca en las Lagunas de Ruidera.

Un auténtico espectáculo que la Naturaleza nos brinda de una forma tan generosa como caprichosa. Porque la Laguna Blanca desaparece cuando el ciclo de sequía se alarga más de lo habitual. Aún así, el reclamo está servido; una enorme mancha triangular de color blanco hace que sigamos admirando su belleza.

3.- Las Sabinas, un árbol tan primitivo como mágico.

Porque el agua y parte de la vida que alimenta desaparece, pero la vegetación sigue siendo testimonio de una de las zonas más hermosa y sorprendente de Castilla La Mancha. Típicas son las encinas en territorio manchego, pero las auténticas reinas de este singular paraje de la Laguna Blanca son las sabinas (Juniperus thurifera). Por su aspecto, altura, diámetro de copa y por el perímetro de su tronco o la antigüedad que nos muestran.

Sólo hace falta buscarlas en el paisaje. Y dejar que nos cuenten su historia. Su crecimiento es extremadamente lento y en ese lento discurrir del tiempo han sido testigo de muchos cambios. Pueden llegar a vivir más de quinientos años, son unas auténticas supervivientes.

El clima manchego es muy suyo. Frío y calor en condiciones extremas que las sabinas parecen obviar. Lo mismo sucede con el terreno, muy calizo y con bajo contenido en nutrientes que este árbol centenario administra para regalarnos la oportunidad de caminar y respirar ese aire que nos transporta a tiempos de leyendas.

Sabinas en la Laguna Blanca.

Las sabinas, en la antigüedad simbolizaban el eje del mundo. Una sabina unía el infierno del inframundo con la tierra y el cielo. Leyendas populares han asociado sus raíces a serpientes y dragones, su peculiar tronco a leones y osos y su copa a aves tan poderosas como el águila.

Es complicado ver sus raíces, pero haciendo uso de nuestra imaginación y sabiendo que cada ramita que vemos tiene correlación con su raíz bajo tierra, esas serpientes y dragones de las que hablan las leyendas se convierten en seres tan espectacularmente grandes como mágicos.

El tronco de una sabina es como una escultura viviente que ha sido modelada por el paso del tiempo, muy lentamente. Su corteza es de un color grisáceo, muy fibrosa y que parece trenzada por tiras que en las sabinas más antiguas se retuercen como a capricho de una escultura natural.

El ramaje de una sabina es una maraña perfectamente ordenada en su caos. Algo que no solemos hacer es acercarnos a un árbol y tocarlo. En el caso de las sabinas, apartar las ramas exteriores para ver su ramaje interior es como sentir que entramos en un laberinto imaginario dispuesto en vertical alrededor de un eje central.

Un ramaje cubierto de hojas verde oscuro muy similares a las de un ciprés, pero con una diferencia importante; a una sabina no le gusta que le lleven la contraria. Si acariciamos una de sus hojas a favor de la misma hoja, su tacto parece terciopelo, mostrándonos su lado más amable.

Amabilidad que desaparece si ese mismo movimiento lo realizamos en sentido contrario. Es como si unas pequeñas agujas nos pinchasen en clara advertencia de que por ahí no vamos bien si queremos entablar amistad con una sabina.

La sabina es una especie protegida por los pocos ejemplares que sobreviven en la península Ibérica y caminar en el paraje de la Laguna Blanca es poder contemplarlas en estado silvestre sin que la mano del hombre haya intervenido demasiado, conservando esa forma cónica desde la base que puede alcanzar hasta los 15 metros de altura.

Para que cualquier especie siga existiendo en este planeta es indispensable que se reproduzca. En la sabina albar, el sexo masculino y el femenino conviven en el mismo ejemplar, es como si el árbol tuviese dos casitas, una para las inflorescencias masculinas y otra para las femeninas. Es una especie dioica por naturaleza, aunque a veces veamos ejemplares que muestran un único sexo por sabina albar.

Pasear por la Laguna Blanca a finales del invierno es todo un espectáculo. Las minúsculas flores masculinas se reúnen en inflorescencias de un color amarillo rojizo en los extremos de las ramas. El viento es el encargado de diseminar el polen para que lleguen a las flores femeninas.

De repente, una ráfaga de aire levanta una nube blanquecina de polen que sale de las mismísimas sabinas en la dirección que las lleve el viento. Literalmente hablando, es como si el sabinar empezara a arder, sólo que en este caso porta vida y no muerte.

Ramas con flores y frutos de una Sabina.

Las flores femeninas aparecen en conos solitarios de color verde sobre las ramillas cortas de la sabina. Son poco llamativas, formadas como por escamas opuestas soldadas por la base, pero que muy alegremente reciben esa nube de vida, a poder ser de una sabina distinta a la que pertenecen.

Una vez fecundadas, crecen en forma de baya y maduran lentamente a lo largo de casi dos años. Es normal ver en una misma sabina estos conos verdes recién fecundados y otros de color azul oscuro casi morado que ya han completado su ciclo.

Ni las Lagunas de Ruidera ni la Laguna Blanca escapan al azar para que la semilla de una sabina consiga germinar. Cada baya contiene dos o tres semillas y sólo la mitad de ellas son inviables al ser atacadas por diferentes insectos.

La mayoría de las que quedan sanas sirven de alimento a las aves que vemos revolotear alrededor de una sabina o forman parte de la dieta de roedores y hormigas. A pesar de todo este calvario, hay semillas que consiguen germinar si las condiciones de humedad y contenido de materia orgánica del suelo son benévolas.

Ser testigos de este peregrinaje de semillas y del tiempo en que una sola de ellas tarda en ser fecundada y germinar es abrir una puerta a la reflexión sobre cuál es el papel que el ser humano juega en este aparente juego de azar que parece mostrarnos la Naturaleza.

Más aún si tenemos en cuenta el lento crecimiento que tiene una única sabina. Una lentitud que va formando una madera a fuego lento, muy apreciada por su enorme durabilidad, resistencia y un característico aroma a incienso que impregna todo el ambiente que la rodea.

Algo que la ha llevado a ser una especie protegida para poder seguir existiendo en la actualidad. Decían que «la sabina perfumaba el hacha que la hería» Al igual que cuando visitamos un entorno natural y no lo cuidamos. La Laguna Blanca, en el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, merece una visita que añada valor a una de las zonas más bonitas de Castilla La Mancha, ¿te vienes?

¿Te vienes a conocer las Lagunas de Ruidera?

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